"Más que besarnos, más que acostarnos juntos, ella me daba la mano y eso era amor" - Benedetti.
El día en que decidió llorar, ella busco la manera e intentó arrancarse eso de raíz. Pero, no sabía que más allá de las paredes del corazón, él andaba por todo su cuerpo.
Tendría que arrancarse las manos, la piel y el alma. Olvidarse un poco, y quien sabe que más.
Precisamente ella era una con él. Si él no estaba, ella tampoco. Lo incensato en todo eso era, que precisamente él no sabía a ciencia cierta cuando llegaba, si se quedaba o se marchaba.
Entonces, era justo y necesario cerrar los ojos. Para guardar el momento en que llegaba, congelar cuando se quedaba y retenerlo si se marchaba.
Nunca fueron nada mejor como cuando las paredes de sus corazones se latían en uno solo. Y si era necesario cerrar los ojos, ella lo hacía.
Casi ya no hablaba de él. Y como un arte perfecto, ella aprendió a cerrar los ojos.
El día en que decidió llorar, volvió en si y abrió los ojos, para soltar las lágrimas que le pensaban hasta la garganta.
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