28 nov 2013

Mi padre baila con la lluvia.

Resulta que llueve y una tiene que escribir, por qué si, porque llueve y el alma se desarma en letras. Así como la lluvia repentina se desarma en el parabrisas, en las calles, en las manos de los desmantelados y sobre la vida de este mismo jueves.

No hay pedazo de cartón que disimule la falta de sensibilidad, de amor, de caridad. Mientras unos se esquivan la lluvia a otros no les queda más que invitarla sentarse con ellos. Es como el momento más resignatorio y doloroso del jueves.

Entonces surge el suspiro muy elaborado, profundo y calante, porque duele, la lluvia duele. El parabrisas es un hormiguero de agua, las calles una industria de charcos y las manos un puñado de vida pasado por agua y quién sabe que más.

Buscamos el amor, lo encontramos, lo hacemos, lo perdemos. La lluvia no se deja medir, le recuerda a más de uno que para sentirse desarmado sólo hay que estar vivo, perder el empleo, que se muera el perro, divorciarse, o tener cáncer. 

No hay que asustarse, todos hacemos fila o nos hacen hacer fila, pero la lluvia viene. No espera, llega fría, segura y elegante en el parabrisas, en esas calles y en las manos sobre la vida de este mismo jueves.

Y llueve de a dos por uno, los cartones no dan abasto, las inútiles sombrillas son venta ambulante de a 1500. Pero el frío y la mojazón son receta para rico y pobre.

Buscamos el amor, lo encontramos, lo hacemos, lo perdemos. Sólo veo los ojos de mi padre y reconozco la palabra amor, la dibujo, la pinto y me la guardo en las entrañas, mi padre baila con la lluvia.

7 nov 2013

....¡Llovió!

Fue de lluvias y charcos, como de costumbre se me han de innundar las palabras.

Caminaba sola y segura. Feliz y enamorada. Curiosa, apasionada.

No sabía que aún deambulaba un fantasma. Socializabamos a menudo y le contaba cuanto me gustaba ponerme sus zapatos.

Hasta que hoy, si hoy, por fin, ¡al fin! se les terminó la vida. Las entrañas de sus ojos se quedaron en aquellas suelas rotas y desgastadas, más de un lado que del otro. Incongruentes.

Imaginé que las etapas incongruentes para con la vida son como un par de zapatos que aprendes a usar, desgastas y hasta que ya te duelen o no te quedan los olvidas y decides un par nuevo. O viene una señora lluvia de esas que calan hasta el puritico hueso y termina convenciendote de que ya no son fructíferos.

Digo "sus zapatos" porque la modica suma la pagaron sus monedas, yo sólo me los puse y nunca más me los quité. Hasta hoy, si hoy, ¡al fin! que vino la lluvia y me caló hasta el puritico hueso.

Caminaba sola y segura. Feliz y enamorada. Curiosa, apasionada. Sin fantasmas.  ¡Llovió!