Me pido un abrazo, y suelo ser tan áspero ante mi propio yo. ¿Que deyecciones pudieron haber sucedido para ser tan escaso merecedor de un poquito de yo?
No se si lo tendré claro hoy, pero se que a veces la verdad absoluta la disfrazamos de cobardes mentiras. Irónico, pues nunca pensé poder llegar a odiar algo. Sí, las odio, odio la mendecidad y sus desenlaces tan mediocres.
Aunque a veces también me odio a mi mismo, por no poder hender con tanta calamidad propia en acción. Y aún así me sigo encarando al sigilo de la noche. Igualmente siendo no recomendable, pero se corren los riegos.
En ese momento lo difícil es aprender a autocomprenderse, pero, ¿como instruirse al respecto para lograr hacerlo?. No lo sé, me declaro desconocedor del tema en cuestión. Sin embargo buen practicante al respecto. La autocomprensión sería un gran paso entre yo y mi yo mismo.
Por lo que observo, mi conversación se extendió. Cedió a su debido tiempo un café a la incertidumbre y se sentó junto a la maleta de un futuro prospecto para mi yo mismo. A ese con el que suelo tratar de comprenderme.