7 may 2013

CAROS ANHELOS

Buscando entre la empolvada memoria me di cuenta que todo seguía igual. Que aquel boceto no había cambiado en nada.

Que ya tampoco hacía falta llorar ni empañar los cristales con los que tanto me costó mirarte y mirarme y encontrarnos y perderme, como hoy ya hace tanto tiempo.

La soledad era la justa democracia que se me repartía por el cuerpo y el alma. Había que sentirse solo de nuevo. Había que volver a encontrarse.

Le dejó poco a poco y despacio como para apaciguar la tristeza en los ojos y el silencio en los corazones. Se le había apagado todo signo y significado.

Estaba claro, los minutos la hacian verse más eceptica, como la dejó él una vez, sin sueños, ni creencias.

Ellos la hacían crecer y también crecían con ella. La encendían y la dejaban apagada. Como luciérnaga mal nacida en invierno.

Pero ese matiz de campanita traviesa la hacía ajustarse al temporal. No importaba a que costo, ella volvía a brillar y cargaba siempre en sus bolsillos esos caros anhelos.