8 dic 2011

Somnolencia Cotidiana

Más allá de la somnolencia cotidiana, despierto todos los  días por la mañanas con la mirada brillante y fija a cualquier buen horizonte. Despierto ya  sea del lado izquierdo o derecho de la cama, semidesnuda escondiendo bajo  el escote tanta pequeña afinidad.

Abrocho mis pantalones y combino mis fieles tacones con la cartera del  día lunes. A simple vista  suele parecer un fácil protocolo, pero cuando se tienen tantos  pares de zapatos, la misión es casi imposible, toda  una odisea.

La cabellera se deja  suelta para ver si por ahí se enreda en  ella algún hidalgo de buenas costumbres que quiera romper con sus morales costumbristas y de somnolencia cotidiana. Que me ame con éxtasis hasta descubrir las afinidades que le ofrece mi cuerpo de fémina, que no pretenda evitarse "tanta tramitología", (debe ser un síntoma de tal somnolencia), y me sorprenda en  el proceso de cortejo.

Sin esperar, no prorrogo mi marcha por el bulevar de la vida. Me mantengo en suspenso, trabajando a  esperas de cualquier buena oportunidad para el cumplimiento de mis más grandes añoranzas. Dejando de lado la somnolencia  cotidiana que suele envolver y absorber.

Más tarde un exquisito café y el retoque al color de  mis labios son la ceremonia  para resucitar cuando  el sol empieza a caer.

Así, más allá de la  somnolencia cotidiana despierto todos los días con la mirada brillante fija a cualquier buen horizonte, para encontrarme con aquella  afinidad que desde los cielos Dios me  concedió.

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